miércoles, 1 de septiembre de 2010

Choapa Leyendas de mi tierra

LA PLAYA “EL TORO”.

Cuentan las personas más antiguas de la localidad de Huentelauquén, comuna de Canela y distante unos treinta y siete kilómetros de Los Vilos siguiendo por la carretera hacia el norte, que una noche, cuando se desencadenaba una de las más feroces tormentas en muchos años, naufragó en las cercanías un buque llamado “Etén”. El capitán, junto a su tripulación efectuaba un viaje de rutina con carga, pasajeros y algunos animales, pereciendo la mayoría en tan terrible tragedia. Sin embargo y, pese a las inclemencias del tiempo hubo sobrevivientes y entre éstos, un hermoso toro negro que gracias a su extraordinaria fortaleza e instinto, llegó nadando hasta la playa.
Don Valerio Bernal, un viejo pescador de indefinida edad y con el rostro surcado por mil profundas arrugas en una piel de color cochayuyo, ese producto del mar que también sirve de sustento para los habitantes de la costa, fue quien me contó esta historia. Así como él la relató, llegará hasta ustedes.
- Dicen… parecía... y yo no tengo por qué dudarlo, que el capitán del barco venía enfiestado y, a pesar de que la tormenta sacudía la embarcación con fiereza, el hombre… acostumbrado a estas manifestaciones de la naturaleza, no le prestaba mayor atención- inició su relato don Valerio, continuando enseguida. -Pese a que la tormenta se perfilaba cada vez más intensa amenazando seriamente con hacer zozobrar la embarcación, el capitán bebía en compañía de la tripulación y nadie parecía tomar en cuenta el grave peligro que corrían. La tormenta hacía crujir cada vez con mayor fuerza el maderamen del viejo buque... el viento soplaba con inusitada fuerza y a todo ello se agregaba el relincho y bramido de los animales que transportaba, transformando el ambiente en un verdadero infierno. Finalmente, llegó el momento en que la embarcación no pudo resistir más y ante la desmesurada fuerza de una ola gigantesca se volcó completamente, comenzando a hundirse casi de inmediato. Los ruidos que se producen en el mar -aunque no lo creas- se escuchan claramente en la costa y esta tragedia había concitado ya hacía mucho rato la atención de gente que se había reunido en las arenas de la orilla. Con el fin de prestar algún tipo de ayuda, presurosamente encendieron grandes fogatas y así es como pudieron observar con horror las siluetas de personas y animales que se arrojaban al agua en un último intento de salvación, guiados por las luces de la costa.
-De pronto, y cuando nadie lo esperaba, surgió de entre las olas un hermoso toro negro. Hay quienes dicen que uno de los marineros del “Etén” se habría salvado ¡sólo porque alcanzó a agarrarse de la cola del toro!... pero... ¡eso no podría asegurarse!... El caso es que el toro, apenas alcanzó la playa -buscando tal vez alguna parte donde huir- se lanzó contra las personas que se hallaban en la orilla. Ver al toro, negro como el azabache surgiendo de las turbulentas aguas y embistiendo ferozmente, debe haber causado una tremenda impresión. Desde luego, todo el mundo salió huyendo del lugar y, guardando la debida distancia para no correr riesgos, le observaron desde lejos. El toro, una vez que se vio solo, se ocultó tras unas rocas y no volvió a aparecer.
Pasaron los días y, quienes acudían al lugar buscando encontrar algo que sirviese de los restos de la zozobrada embarcación, a poco de llegar eran espantados por el embravecido toro que se había convertido en el guardián del lugar. Según se cuenta, esto continuó sucediendo por algún corto tiempo y luego, al toro ya no se le vio más.

Había pasado justo un año desde que ocurriera el trágico accidente y para los lugareños había dejado de ser tema de conversación. Sin embargo, esa noche -contrariamente a lo que había ocurrido hacía un año atrás- el mar estaba tan tranquilo como una taza de leche y la luna alumbraba fantasmagóricamente el sector, haciéndolo tan claro como el día. De pronto, pescadores que laboraban cerca del lugar del naufragio lo vieron aparecer entre el roquedal. Con los blanquecinos cuernos brillando sobre la oscura piel, trotando y corriendo por la playa, como si aún se encontrase en inútil búsqueda de los que le acompañaban en aquel infortunado viaje. Desde entonces y cada cierto tiempo, no pocos son los pescadores que han sido testigos de este extraño fenómeno que hasta el día de hoy se repite. Por cierto, fue la causa de que a esta pequeña playa bautizaran con el nombre de “El Toro”- terminó don Valerio su relato, quedándose lago rato con la vista fija en el azul del océano.

Leyenda transmitida oralmente y relacionada con el naufragio del “Etén”, un barco que encalló en la costa de Huentelauquén, según da cuenta la prensa de la época.