LOS VIEJOS Y NUEVOS RELAVES

Claudio Araya Villalonga

Desde hace mucho tiempo se comenta en diversos círculos, los eventuales daños que estaría ocasionando en la salud de la población, la calidad del agua que consumimos los illapelinos (entendiéndose como tales todos los habitantes de la comuna y no sólo los de la ciudad). Esta aprensión tiene su origen en la gran cantidad de plantas mineras que –por años- se fueron ubicando a orillas de esteros que desembocan en el río y que, por décadas dejaron y dejan aún sus relaves a metros de su lecho. Ejemplos de ello los tenemos por montones: desde afluentes en los que desembocan quebradas que están por los sectores de Ravanales, La Yesera, Farellón Sánchez, Matancilla, Los Lavaderos, Las Cañas de Michío, La Colonia, etc., hasta plantas que se encuentran ubicadas directamente a metros del río propiamente tal. La explotación de minerales, que ha dado trabajo a una gran cantidad de gente por mucho tiempo, ha traído también como consecuencia, la extraordinaria acumulación de material inerte –más conocido como relaves- que contiene sustancias altamente nocivas para la salud de las personas. Son las típicas “tortas” que se encuentran ubicadas al lado de las plantas y que “adornan” nuestro paisaje. Aparentemente inofensivas. Potencialmente mortales. Conteniendo sustancias que están allí, y seguirán allí, a merced del viento y las lluvias que tarde o temprano se encargarán de dispersarlas por toda la superficie de la comuna. Mientras esto ocurre -cada cierto tiempo- se instalan “mesas” en busca de alguna solución. “Mesas” que seriamente solicitan “diversos análisis” a fin de llegar al correspondiente “diagnóstico”. Naturalmente al poco tiempo el tema se deja de lado y sólo se ha conseguido ganar tiempo hasta que se manifieste la próxima inquietud de alguna organización o, talvez de un desorganizado grupo de personas que reclama por una mejor atención al problema. Nos acostumbraron a ello. Vivimos con ello. ¿Debemos morir por ello?...